Oh paladín jardinero, insigne baluarte de la autoproclamada verdad, blandís falacia por arma y corréis al encuentro de un molino. Alimentaré con gusto la saña de esta vuestra fé perdida, que de mí reniega, pero no se olvida.
Torpe es vuestro manejo de falacia, como torpe y embarrado su cimiento. Ni la flor es espina, ni vos sois jardinero, ni vestís verdad. Seguid pues, esperando por sainetes, que pretendiendo ser público, habéis plantado las posaderas en el tablado.
Os devolveré, por cierto, verbo por no callar, ya que, “en dramática función, lloráis los despojos que vos mismo sembrasteis”. Oh paladín, no hundiré en el Leteo el recuerdo de tan certero como solitario disparo, aquel que llevó la espina al zarzal tras vender sus escuetas carnes por menos monedas en soles previos. Agitad los brazos disipando sombras, desgarrad el aire y clamad venganza, que, por menos, Cerbero ha hincado el diente, mas no os aferréis a lo abstracto, que nunca fue hecho, pues este humilde servidor ni es juez, ni es verdugo, ni lo pretende y de igual manera, ni os cree, ni os deja de creer.
Reclamad lo que consideréis, libre sois para ello, mas atinad mejor que con vuestros argumentos o las musas serán trolls y la validación que buscáis, tan vacua como la caterva que se guía exclusivamente por el lado de la barrera.
Dios le guarde a usted si le place y le otorgue el doble de lo que me desea.